10. Superarás el paradigma tecnocrático

Es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral (LS 112).

«La mentalidad cientificista ha conseguido que muchos acepten la idea según la cual lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente admisible» (Carta encíclica Fides et Ratio 88, San Juan Pablo II).

Al tiempo que valora y se apoya en la ciencia, la Enseñanza social de la Iglesia critica el cientifismo, ya que como cita San Juan Pablo II, esta mentalidad pretende que aceptemos la idea de que cualquier cosa realizable técnicamente es en sí misma aceptable moralmente.

El papa Francisco aborda también esta cuestión aludiendo al paradigma tecnocrático, es decir,  «el modo como la humanidad ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional» (LS 106). Este prototipo tecnocrático aparece como el colonizador dominante de las mentes, de los comportamientos y de la cultura hasta el punto de resultar muy difícil salirse del mismo porque llega a ser "omnipresente" (LS 122). Dicho paradigma condiciona la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad; por ello, insiste el Papa, es preciso alentar y ampliar «una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático» (LS 111).

La intervención del ser humano sobre la naturaleza siempre ha existido, pero durante mucho tiempo tuvo la característica de acompañar o apoyar las posibilidades que ofrecen las cosas mismas. Era una cuestión de recibir lo que la realidad natural se permite a sí misma dar, como extender la mano. En la actualidad, lo que interesa es extraer todo lo que es posible de las cosas mediante la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene ante sí. Esta es la razón por la cual los seres humanos y la naturaleza han dejado de caminar de la mano, convirtiéndose en contendientes. Desde aquí es fácil pasar a la idea de que es posible un crecimiento infinito o ilimitado, que deriva en la mentira sobre la disponibilidad infinita de los recursos del planeta, lo que lleva a "exprimirlo" hasta el límite y más allá del límite. Se parte de la falsa suposición de que "hay una cantidad ilimitada de energía y medios utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden absorberse fácilmente".

A lo largo de la publicación de los principios del decálogo, y siguiendo la guía que ofrece la Laudato Si', hemos tratado de reflexionar sobre las realidades de deterioro ambiental y social que palpamos; y sobre los caminos de corrección que se nos ofrecen desde nuestra humanidad.

Pero no nos servirán de nada estas consideraciones y propósitos si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica.  «Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y contradice la realidad hasta dañarla» (LS 101).

Han pasado casi dos años desde el inicio de la campaña "Si cuidas el Planeta, combates la Pobreza" y algo más desde la publicación de la encíclica Laudato Si', en la que el papa Francisco nos lanzaba «el desafío urgente de proteger nuestra casa común..., buscando un desarrollo sostenible integral» (LS 13), invitando a que no miremos solo los síntomas sino las causas «más profundas de la situación actual» (LS 14), y anunciaba una propuesta de «líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia de espiritualidad Cristiana» (LS 14) para superar el nuevo paradigma y formas de poder que derivan de la tecnología. Y aunque nos pueda parecer muy lejano, los logros conseguidos y el trabajo realizado son todavía escasos, por lo que debemos intentar dejar a un lado la urgencia de los tiempos que vivimos y seguir reflexionando y trabajando sobre ese "desafío urgente" del que nos habla el papa Francisco.

Superar el paradigma tecnocrático significa recuperar o encontrar el valor del ser humano en sí mismo como persona. Un valor que no está basado en el tener, en la ciencia, en la técnica o el poder; sino en el ser. Reconocer y asumir que lo esencial del ser humano es ajeno a él, es un don que le ha sido dado: su consciencia, su inteligencia, sus capacidades (innatas o adquiridas), su dependencia, su capacidad de ser solidario, de compartir, de darse a las demás personas, lo que, en definitiva, le hace posible vivir; todo es don y como tal no le pertenece. Lo que tenemos no dejan de ser herramientas que hemos ido adquiriendo y que, sin embargo, olvidando lo que somos, las vamos convirtiendo en extensión de nuestro ser, perdiendo de vista que son transitorias y circunstanciales, sujetas a cambio y a evolución, a superación o desaparición.

Don, y no propiedad, es también todo lo que nos rodea en la naturaleza, para ser sabiamente administrado y no para «extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana...con la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financieros y tecnólogos...» (LS 106).

El mandato y la necesidad de compartir no se refieren solo a cosas materiales sino también, y quizás, sobre todo, a nuestras capacidades y a lo que podemos obtener a través de ellas, en clara ventaja sobre nuestros hermanos y hermanas, que no han podido o sabido desarrollarlas.

La cultura ecológica no puede reducirse a una serie de respuestas a corto plazo a los problemas que surgen en relación con la degradación medioambiental, del agotamiento de los recursos naturales o de la contaminación global. Debe ser la suma de todo ello; debe ofrecer una mirada diferente, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que aborden otra manera de vivir, más austera y coherente frente al consumo ilimitado, frente al avance del paradigma tecnocrático. Buscar solo un remedio técnico para cada problema ambiental que se presenta, significa aislar las cosas y no hay que olvidar que todo está conectado y que es preciso enfrentarse y dar soluciones a los verdaderos problemas del sistema. Es posible ampliar la mirada y orientar la técnica al servicio de otro tipo de progreso, más sostenible e integral. De este modo, cuando la técnica se vuelve hacia los problemas concretos de las personas más necesitadas, con el compromiso de ayudarlas a vivir con más dignidad y menos sufrimiento, colocamos la técnica al servicio de los seres humanos y su entorno.

Voces que claman...

Pueblo Wapichana

Brasil

"Partimos del principio de que la Tierra es nuestra madre, "Nuestra Tierra, Nuestra Madre".
La tierra es el alimento, es el lugar donde vivimos, es la fuente de salud, la protección al territorio es la lucha por la supervivencia, nuestra protección viene de la Tierra, la salud y todo lo que está en las plantas y los árboles.
Hoy existen varias tecnologías, hay estas grandes redes, pero es necesario pensar. No es solo utilizar, sino saber cómo las estamos utilizando, estos instrumentos tecnológicos deben ayudar a revitalizar nuestro pensamiento, eso es parte de nuestra liberación.
Es muy fuerte, porque nuestros pueblos luchan tanto, y nos quieren sacar de nuestra tierra para enviarnos a ¿dónde? Tenemos que vivir en esta violencia, y nos preguntamos: ¿Acaso no pertenecemos a esta tierra, y no somos parte de este país?
¿Por qué a nosotros? ¿Por qué seguimos sufriendo tanto? Y respondemos ¿qué por qué estamos en esta lucha? Porque nosotros existimos aún".

Emilio Chuvieco

Catedrático de Geografía/Universidad de Alcalá

"Sin duda la encíclica Laudato Si' ha sido uno de los documentos vaticanos más leídos y que ha generado más controversia, dentro y fuera de la Iglesia. Curiosamente los más entusiastas del documento no han sido siempre los católicos (que muchos también), sino otros habitualmente poco cercanos a la Iglesia. Este es, en mi opinión, uno de los grandes méritos de la Encíclica, ya que no cabe duda que el diálogo con el mundo contemporáneo es una prioridad de la Evangelización.
Entre las críticas que se han hecho a la Encíclica (también desde el lado católico) algunos la han acusado de estar en contra del mundo moderno, al criticar al sistema económico y a la tecnología, acusándola de estar detrás de la crisis ambiental actual. Incluso alguna mente un tanto calenturienta ha comparado la Encíclica con la crítica al modernismo de Pio IX.
En mi modesta opinión, la crítica -muy dura, por cierto- que hace la Encíclica al sistema económico y a la mentalidad tecnocentrista no es (sigue)...

(sigue)... antimoderna sino más bien al contrario, es postmoderna, porque lo hace no desde la mentalidad de algo que haya que recuperar del pasado, sino de algo que hay que superar del presente para proyectarlo al futuro. El Papa no está recomendando que volvamos a las cavernas, porque sería absurdo y porque, dicho sea de paso, tampoco nuestros antepasados paleolíticos tenían una relación idílica con el ambiente (recordemos las extinciones masivas con la colonización de América hace 10-15.000 años). Lo que el Papa plantea es que el sistema actual tiene muchas deficiencias que no pueden obviarse y que se manifiestan en dos parámetros muy profundamente tratados en la Encíclica: deja fuera del "sistema" a muchas personas y destruye el ambiente, o dicho en una sola frase degrada a la vez a la Naturaleza y a las personas que formamos parte de ella.

La tecnología es obviamente una aliada imprescindible del cambio ético que necesitamos afrontar para cambiar nuestra relación con el entorno, pero también puede ser aliada de quienes quieren seguir manteniendo un modelo que solo beneficia a una pequeña parte de la población mundial. La tecnología en sí es neutra, puede usarse para curar tumores o para destruir ciudades enteras, para comunicar a las personas o para controlarlas, para salvaguardar la vida o para manipularla, haciendo niños, animales o plantas "a gusto del consumidor". Respetar la naturaleza es respetarla, tal y como es, admitir que es fruto de una decisión amorosa del Creador, para los que creemos en Dios, o de un conjunto de mutaciones aleatorias de millones de años: en cualquier caso, no somos quien para manipularla a antojo. El "seréis como Dios" del Génesis tiene aquí un nuevo eco. En un reciente número de la prestigiosa revista Nature se habla de biología sintética para identificar el conjunto de técnicas que nos permiten rediseñar seres vivos "para usos prácticos", indica la revista: ¿prácticos para quién? No desde luego para los más pobres y vulnerables de la Tierra. Todo el pensamiento trashumanista se viste del prestigio actual de la ciencia para proponer verdaderos disparates éticos, que intentan en última instancia crear seres humanos más "avanzados" que los que la evolución (guiada o no por Dios, no es el caso ahora esta discusión) ha generado naturalmente. ¿Pero quién decide qué es ser "avanzado"? ¿Quién se abroga el papel de creador artificial? Y, sobre todo, ¿quién evalúa los impactos indirectos que tienen esas manipulaciones?

¿Qué significa entonces "superar el paradigma tecnocrático"? A mi modo de ver algo tan sencillo como reconocer que la técnica es un aliado, pero no es una guía ética. No debe hacerse todo lo que puede hacerse, porque la Naturaleza, y las personas como parte de ella, tienen muchas dimensiones y valores que no pueden juzgarse con criterios de eficiencia humana, a corto plazo y para interés individual. Es preciso superar ese paradigma, que el Papa toma en buena parte de la lúcida crítica a la modernidad que ya hizo Romano Guardini a mediados del pasado siglo.

Conviene insistir que la ciencia y la técnica, sin guía ética, no necesariamente son beneficiosas. Criticar el modelo tecno-economicista no es estar en contra de la economía o la técnica, sino pedir que ambas sirvan a los intereses de todos los seres humanos, no sólo de unos pocos, y que en última instancia garanticen que el planeta siga siendo un lugar habitable, para nosotros y para otras especies. Por eso, la solución a los problemas ambientales no pasa únicamente por introducir tecnología que reduzca la contaminación del aire y del agua (que obviamente son necesarias), sino por solucionar la actitud de fondo que causa esa contaminación, la de quien piensa que vivimos en un planeta sin límites, hecho para nosotros solos (más bien para ellos solos), y justifica los atentados al medio como un medio para un desarrollo que no deja de ser una versión muy reducida de lo que realmente implica un progreso integral. Por eso, me parece imprescindible situar la conversión ecológica que plantea la Laudato Si' en un contexto mucho más amplio y más hondo, que atañe a todas nuestras dimensiones: corporal, racional y espiritual. Como cualquier conversión esto implica un cambio radical de rumbo, muy bien reflejado en estas palabras del papa Francisco: «La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático» (LS 111). De nosotros depende que este cambio se produzca, al menos de que se produzca en nosotros mismos.

Emilio Chuvieco
Catedrático de Geografía, Facultad de CC. Ambientales
Director de la Cátedra de Ética Ambiental de la Universidad de Alcalá

¿Qué podemos hacer (o dejar de hacer)?

Vivimos dominados por la tecnología; de hecho, juega un papel fundamental en nuestro mundo, es un elemento tan presente que resulta difícil imaginar nuestra existencia sin ella. Pero, ¿cómo condiciona nuestra vida? No se trata de ignorar los grandes beneficios que nos aporta ni de concluir que deberíamos volver a otras épocas, sino de ser conscientes de las consecuencias que tiene su uso incontrolado. Somos, a menudo, "tecnodependientes", y es necesaria una seria reflexión para caminar hacia otro paradigma en el que, sin renunciar a los avances técnicos, seamos capaces de formas de vida más libres.

Hay vida más allá de la pantalla. Y para demostrarlo, te proponemos que pruebes los siguientes "sacrificios":

1. Cuestionamiento ecológico: ¿existen formas de vivir que no impliquen tanto consumo de energía? Buena parte de los elementos que utilizamos en nuestro ocio, por ejemplo, pasan por el consumo de tecnología y, en consecuencia, de energía. Piensa sobre esto y plantéate realizar las mismas cosas pero con un uso menor de tecnología. Conoce sus efectos y busca alternativas que minimicen su impacto.

2. Cuestionamiento humano: junto a nuestro interés por el planeta, debemos ser conscientes también de las consecuencias humanas que la tecnología tiene sobre las personas, especialmente las más pobres. Entérate de las condiciones que supone la extracción de coltán, por ejemplo, o cómo repercuten en muchas personas las basuras tecnológicas que despreciamos en nuestra sociedad.

Conocer estos detalles nos hará reducir el consumo y dejar de buscar constantemente el último modelo tecnológico.

3. Cuestionamiento cultural: ¿somos capaces de vivir sin necesitar tanta tecnología? La cultura de la amistad virtual: relaciónate con tus amistades sin necesidad del móvil, de manera presencial.
Para que los músculos trabajen un poco mejor, proponemos el coche de San Fernando ("un ratito a pie y otro caminando"), el elemento de transporte primordial que nos ayuda a mejorar nuestra salud y, de paso, la de nuestro planeta. Comprometámonos a usar siempre que podamos este medio. (Sigue...)

3. Cuestionamiento cultural: (Sigue...) Analiza los instantes en los que estás con el móvil y no sería absolutamente necesario hacerlo. Disfruta de la vida "analógica": aparta el móvil a la hora de comer, cuando paseas, cuando estés con otras personas. ¡Se puede leer sobre papel! Y los libros tienen personalidad propia.
Sobre todo, con los más peques hay que descubrir otras maneras de divertirse, aunque no incluyan las últimas tecnologías. Interésate por juegos y materiales didácticos y educativos y menos tecnológicos.

Oración


En las huellas del profeta...

Hoy puedo hacer presentes mis horas de cansancio,
de fatiga, de bochorno.
Y pedir al Señor que me despierte a la vida.
Con la seguridad de que, si vivo vigilante,
podré percibir los pies que se acercan
y danzan al ritmo de una música de paz y de victoria.
Si me atrevo a colocar mis pies en sus huellas,
podré llegar a ver cara a cara al Señor,
mirando a un bebé
en brazos de una chiquilla-madre.
Y podré cantarle.
Junto a todas las personas rotas,
junto a todos los pueblos,
junto a toda la creación.
Si presto atención,
la vida entera se puede volver canto,
porque la vida que no se vuelve canto
es una vida perdida.

(Julia Blázquez, aci)

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