CasaComun
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El panorama ante la pandemia que vivimos, es poco alentador, tanto en España como a nivel mundial: muchas familias que están quedando en el paro, los sistemas sanitarios desbordados, ni siquiera es posible consolar a los seres queridos que han perdido un familiar, ancianos y enfermos aislados y así podemos sacar una lista innumerable, real y muy cercana, sin embargo, podemos hacer una lectura esperanzadora, en medio de la noche, porque tenemos la certeza de que el día, antes o después, llegará.
La crisis del coronavirus (COVID-19) nos ha hecho conscientes de nuestra fragilidad. El mundo desarrollado parecía a salvo de todas las noticias negativas: guerras, hambre, catástrofes naturales, incluso las epidemias, las sufrían siempre otras personas, nosotros estábamos a salvo con unos medios económicos y técnicos que nos ayudaban a resolver todos los problemas. Tal y como nos ha recordado el Papa recientemente "no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo"[1].
Ahora nos sentimos débiles y vulnerables y eso nos desconcierta. Pero pasados los días primeros, comenzamos a sentirnos hermanados con todos. El confinamiento de estos días, junto con la reflexión y oración, ha empezado a cambiar nuestras vidas y nuestra percepción del mundo. Más que nunca somos conscientes de que compartimos como familia humana una Casa Común: un hogar del que todas las personas somos responsables y partícipes y en el que también convivimos con otras formas de vida; también con las microscópicas.
El COVID-19 ha hecho que resuene en nosotros con más fuerza que nunca el mensaje de Laudato si´ y de Querida Amazonía: "todo está conectado"[2]. Y hoy más que nunca somos conscientes de que hay cosas que no se pueden someter a la lógica del mercado: una sanidad universal, la protección de los más débiles, el cuidado de las personas más vulnerables, la preservación del medio ambiente.
Ante nuestros hospitales saturados, podemos experimentar vagamente lo que en otros países se vive a diario: morir de enfermedades por no tener médicos, medicinas o condiciones higiénicas suficientes.
Cuando hemos temido no encontrar alimento en los supermercados, hemos podido intuir la situación de otras personas que diariamente no tienen el alimento necesario. No queremos que nuestra propia experiencia del COVID-19 nos impida mirar y trabajar contra los estragos que la pandemia ya está causando en los países empobrecidos, que viven en "estado de alarma" casi permanente.
Y no queremos que esta crisis y estado de alarma, nos haga olvidar la Emergencia Climática que vivimos y que haya un retroceso en los tímidos pasos que gobiernos e instituciones nacionales e internacionales estaban dando para proteger el planeta de su deterioro y su efecto en las personas. Un daño causado, casi siempre, por modos injustos e insostenibles de comprender la economía, el bienestar y el crecimiento.
Pero ese "todo está conectado" lo vemos en esos arcoíris dibujados por la infancia con la frase "Todo va a ir bien" y lo sentimos también cada noche cuando aplaudimos solidariamente al personal sanitario, a los cuerpos de seguridad y tantas personas que están poniendo sus dones y talentos al servicio de los demás.
Sabemos que esta crisis global debe hacernos más fuertes, debemos salir de ella dispuestos a vivir una vida nueva, más plena, más comunitaria, para sustituir la globalización de la indiferencia por una civilización del amor fraterno.
Llegarán un cielo nuevo y una tierra nueva y veremos que es posible despertar y sentirnos familia en nuestra Casa Común. De esta crisis saldremos quizá más débiles económicamente pero más ricos y sabios, habiendo entendido que cuando ponemos en común lo que tenemos, panes y peces se multiplican hasta saciar y que sobre.
Por todo lo anterior, las instituciones que formamos "Enlázate por la Justicia" proponemos un GESTO DE ESPERANZA para este SÁBADO SANTO de 2020, día en el que parece que Dios no está y que ha abandonado a su Hijo muerto en cruz. Un día donde el fracaso, el dolor, el sufrimiento, la muerte, la tristeza, las tinieblas, las dudas, el abismo y la soledad parecen tomar la tierra. Un día en el que sólo es posible esperar desde la Fe. Porque sabemos que el Amor tendrá la última palabra y, aunque las huellas de dolor continúen en El Resucitado, su Presencia será la certeza de Consuelo y de Paz.[1] MOMENTO EXTRAORDINARIO DE ORACIÓN EN TIEMPOS DE EPIDEMIA PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE FRANCISCO, Atrio de la Basílica de San Pedro, Viernes, 27 de marzo de 2020.
[2] Laudato si' (24 mayo 2015), 16, 91, 117, 138, 240: AAS 107 (2015), 854, 884, 894, 903, 941, Querida Amazonía (2 febrero 2020) 23, 41.